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El autor contra sus derechos: paradojas inherentes a la idea de propiedad intelectual

Una vez escribí “si Homero cobrara regalías, el mundo se quedaría pobre”. Un amigo economista me respondió que el mundo sería más rico, porque la riqueza no es un monto, sino un flujo. Yo no tenía idea de cómo podría definirse la riqueza, aunque tiempo después encontré una definición interesante en el libro de un genio, Richard Buckminster Fuller, quien dice: “La riqueza es nuestra capacidad organizada para lidiar efectivamente con el entorno en el mantenimiento de nuestra regeneración saludable y disminuir las restricciones físicas y metafísicas de los días futuros de nuestras vidas” (Buckminster Fuller, 1969: 25-28). La riqueza convencional que tienen los monopolistas de la información (el capital) está acabando con la riqueza buckminsteriana de los seres humanos que vivimos en la Tierra.

Lo cierto es que si a Homero le hubieran cobrado regalías, Ilíada y Odisea jamás se hubieran escrito (trata de imaginar a todas las personas que forman la tradición oral griega que lo antecedió). Pierre Joseph Proudhon, el anarquista francés que reclamó la propiedad como un robo, también se cuestionaba en el siglo xix sobre el comercio homérico, y escribió:

Si Homero me recita sus versos, apreciaré su genio sublime, en comparación del cual yo, sencillo pastor, humilde labriego, no soy nada. Si se compara obra con obra, ¿qué son los quesos que produzco y las habas que cosecho para el mérito de una Ilíada? Pero si, como precio de su inimitable poema, Homero quiere apoderarse de cuanto tengo, y hacerme su esclavo, renuncio al placer de sus versos y le doy además las gracias. Yo puedo pasarme sin la Ilíada, mientras Homero no puede estar veinticuatro horas sin mis productos (Proudhon, 1840; 59-65).

Artículo completo en: Tlamatini 1

Estudiante de CID

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